NO TODO ES LO QUE PARECE: DESAPARECIDOS EN CUBA

Las malas y buenas ideas -que a veces son lo mismo- de los jóvenes artistas cubanos surgen casi siempre en un bar, casi siempre pagando el trago más barato, casi siempre sitiados de amigos. A Moya así le pasó, así tocó su cabeza Desparecidos.

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Dos cuadros expuestos y prontamente retirados. Ahora mismo ni sabe cuándo pueda seguir la serie, ahora mismo lo que hace es reventar sus botas contra el asfalto caliente a paso doble corto. ¡Mar! es lo único que oye hace dos semanas desde que las Fuerzas Armadas Revolucionarias interrumpieron su apacible día a día para llevarlo a una de sus cíclicas movilizaciones.

Pero las cosas no son, llegado un punto, lo que parecen.

Las piezas que expuso a inicios de junio en una galería habanera intentan una silueta que apenas se nota, una silueta invisible de pintura blanca sobre óleo blanco. Hay que moverse frente a las obras, buscar dónde la luz revela un poco de los rostros que sugieren los cuadros: Armando Quesada y Félix Sautié.

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En la década del 70 ambos fueron altos funcionarios del Consejo Nacional de Cultura (CNC); el primero al frente de la sección de Artes Escénicas, el segundo vicepresidente. La entidad que representaban -con tanto poder como un Ministerio- ganó celebridad por censurar a artistas y escritores en Cuba. Entre 1971, que se crea, y 1976, que implosiona, despojó de sus derechos laborales a decenas de afiliados. Cuando acabó la gobernanza del CNC, ese gris quinquenio, a Quesada y Sautié los desaparecieron, el modo en que acá llamamos al que es desterrado de su cargo ominosamente.

Hablo con Moya por teléfono, lo imagino al otro lado vestido de verde y con pantalón, por una vez sin sus habituales shorts, a los rizos café naciéndoles sudor.

-Las piezas gustaron mucho, hay quienes se intrigan por la identidad de los retratados –me cuenta-. A alguna gente lo de desaparecidos les suena a dictadura, pero creo q es un poco exagerado –y remueve sus gafas redondas, de amplísimos cristales-, pero bueno lo dijeron otros, no yo.

La idea era que los cuadros formaran parte de una instalación para que los explicara mejor. Eran desaparecidos pero en Cuba, no los miles de chilenos, argentinos o colombianos que el siglo pasado y sus regímenes tragaron. Tampoco se esfumaron por las mismas razones.

-La idea era que al pie de los retratos, formando columnas, estuvieran las entrevistas que tú les hiciste más algunas poesías y fragmentos de obras de los artistas censurados –me recuerda Moya-; todos esos impresos sueltos eran para que la gente se los pudieran llevar, para leer, para regalar. Esa otra parte es muy necesaria para evitar confusiones.

-¿Y por qué no quedó así al final?

-No me alcanzaba el dinero para sacar tantas copias.

Moya integra un grupo de jóvenes creadores nacido en la Universidad de La Habana, estudiando carreras que nada o poco tenían que ver con las artes plásticas. Squirla se llaman y pagan el precio de su independencia de ese modo: pagando el (los) precio(s). Ponen de sus bolsillos todos los presupuestos.

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La expo colectiva en que se inscribió Desaparecidos estuvo apenas montada por cuatro o cinco días. Dos eran sábado y domingo, tiempo muerto para la galería. ¿La razón? El avance indetenible e inaugural de aguas albañales por las paredes del salón.

-¿Cómo se te ocurre hacer la serie?

-Tú me comentaste que habías entrevistado a los censores, Sautié y Quesada. Leí la de Sautié y me quedé súper conectado, busqué más información del tipo, casi no hay, apenas textos de él publicados en la web –recuerda Moya.

-Pero bueno, Sautié me explicaba que él no fue un censor, más bien llegó al CNC para cerrarlo, fue quien se lo propuso a Fidel en una reunión de ministros. Quesada sí fue el ejecutor de esa política de Estado, y se ganó el odio de su generación -aclaro.

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Mucho se habló del tema durante la llamada Guerrita de los emails, en 2007. En aquella oportunidad cientos de correos electrónicos de autores parametrados en 1972, dibujaron una rebelión de baja intensidad a causa de una presentación en la TV nacional de Armando Quesada. El hombre había estado trabajando para las Fuerzas Armadas y luego para el Instituto Cubano de Radio y Televisión.

Sobre él cayeron ofensas como ladrillos del cielo. Lo recuerdo frágil en la entrevista conmigo pasando un caramelo nerviosa y sonoramente de un lado a otro de la boca. Entre la venganza virtual y la necesidad de personificar un proceso dado para apuntar mejor, se estereotipó el asunto. A algunos les convenía; a veces los verdaderos blancos pueden ser peligrosos, sobre todo si están vivos y actuantes.

La gente convirtió Quesada en sinónimo de Parametración. Pero lo más importante quedó en segundo plano: el asunto fue una política implementada por la Revolución. Marginar a los homosexuales, a los creyentes, a quienes pensaran distinto del statu quo, en fin, todos los que estuvieran fuera de los parámetros por los que se medía al Hombre Nuevo.

-Pero compadre, -le digo- ¿por qué pintar sobre esos hombres ahora que ya tanto se ha hablado del Quinquenio Gris? ¿No te parece que puedes llover sobre lo mojado?

-Me dije: de la gente cercana a mí nadie los conoce, yo no los conocía. A mí me llamó la atención cómo esa misma dinámica de «ocultar» a los intelectuales se volvió en contra de los propios mandamases del Consejo, y fue lo que reflejé.

En una charla le presenté a Quesada y Sautié. Moya me pidió fotogramas de videos en que quedaron registradas las dos entrevistas que les hice en 2013. Con eso encontró la visualidad básica de dónde partir.

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Trabajó además con otras fotos que San Google proveyó. Quería retratarlos para sacar a la luz sus rostros, pero conceptualmente prefirió censurarlos:

-Dejarlos donde están, como que no se merecen «salir» como han ido «saliendo» algunos intelectuales apartados. Por eso trabajé los retratos con mucha textura, en alto contraste pero blanco sobre blanco.

Los cuadros parecen cosa de Malévich, o sea, los rostros son casi imperceptibles.

-Y me gustaría hacerlo con otros personajes como ellos –revela Moya.

Al fondo se escuchan pasos sincronizados de botas. Ya tiene que irse a marchar otra vez. Va a formar parte de un desfile en diciembre venidero, por el día de las FAR. Y antes de colgar me acota, como si olvidase algo muy importante:

-Y en los próximos cuadros quiero usar colores diferentes.

 

 

 

Un comentario

  1. Antonio M. Ramos Hernández · · Responder

    Reblogueó esto en Carnagey comentado:
    La exposición de un gran amigo

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