En septiembre de 2015 Miguel Díaz-Canel estaba en Pyonyang oyendo un concierto del Benemérito Coro Estatal. Kim Jong-Un lo acompañaba en un asiento próximo. Celebraban el 55 aniversario de relaciones. El tercer Kim, treintañero, declaró con la seguridad de quien está al tanto y al mando de todo: “la viabilidad invulnerable de la amistad entre Corea del Norte y Cuba se demostrará en el futuro de forma más dinámica gracias a los esfuerzos de los dos países”.
Fidel, públicamente cauto sobre el programa nuclear, opinó en “Las dos Coreas”: “Cuando se produjo hace alrededor de un año el ensayo pertinente, le transmitimos al Gobierno de Corea del Norte nuestros puntos de vista sobre el daño que ello podía ocasionar a los países pobres del Tercer Mundo que libraban una lucha desigual y difícil contra los planes del imperialismo”. Hacia el final, se dijo satisfecho ante la disposición de Corea del Norte de suspender su programa nuclear.
Pero la disposición quedó en palabras y abril de 2013 vio otra mediación de Fidel. Hablaba del “deber de evitar la guerra” en medio de la crisis atómica que imantaba los ojos del mundo. “Ahora que ha demostrado sus avances técnicos y científicos, le recordamos sus deberes con los países que han sido sus grandes amigos”, pues la guerra afectaría “a más del 70 por ciento de la…
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